JULIO GARRIDO MALAVER. Nació en Celendín, Cajamarca, el año 1909. tempranamente abrazó la poesía. Constituyéndose e la voz más profunda de Cajamarca. Destacando también como novelista y periodista. En su larga experiencia vital, fue hombre comprometido con el dolor y la esperanza de su pueblo. Luchador social, militó desde su adolescencia en el Partido Aprista Peruano. Hombre de grandes ideales y principios, por su lealtad recibió cárceles y destierros. Garrido Malaver fue Diputado y senador. Su formación Académica la realizó en universidades de Lima y Santiago de Chile.
Ganador de concursos literarios en el país y en el extranjero, como los Juegos Florales Universitarios en Lima. Fue coronado Poeta de la Primavera en 1937, en Chile, por su Canto a la Reina Primavera.
Toda su obra poética, reunida en siete tomos, se publicó en 1988 bajo los cuidados del Poeta César Calvo. En prosa ha editado varias novelas. El Maestro Antenor Orrego expresó con respecto a este libro: “ Versos escritos en el encalado de la pared carcelaria con vastos trozos de carbón, únicos materiales de los que disponía el poeta para su magnífico despliegue de canciones murales, ahí donde sólo habían imperado siempre, agazapados, los gemidos y las sombras de los desgraciados”.
De la “Dimensión de la Piedra”:
I
Monologo en la piedra, y digo, y digo
lo mismo que en mi voz cuando hablo para el viento.
Y me horada una duda en lo más hondo
lo mismo que una pena.
Y me sorprende la idea más antigua sobre el hombre
como un golpe de gracia
que se quiebra, quebrándome, en dos partes:
el origen y el fin, esto es, la nada.
Y me salgo de mí
para buscarme entre los escombros del Tiempo
que fenece sin poder ser el Tiempo,
para llorarme al pie de toda huella,
para clavarme y desclavarme en los gimientes leños
sin redención exacta por plural
Y vuelve mi destino a golpearme con un golpe distinto,
más arriba de todo lo creído,
más adentro de todo lo que la luz encuentra,
más allá de todo lo esperado...
Y divago en la forma de la Tierra.
Y el cielo se me hace nudo grande en el pecho.
Y de súbito me arde, rodeándome, un grito
que a la piedra reclama ser blanca como el pan...
12
Sólo el agua el agua que brota de entre la piedra
en el arroyo, el torrente o el río,
sabe que los secretos de la piedra;
por tal sabiduría,
hace siglos que ensaya, en su fluencia cristalina,
la voz que necesita
para decir lo que ella sabe de la piedra.
Porque eso es así, el agua,
que todavía no ha perfeccionado la voz que el hace falta,
ensayando esa voz, fecundiza la Tierra,
se cae y se levanta en lluvia o nieve soledad...
Porque eso es así, el agua
no ha dejado de ser fluida,
quizá también buscando sus equilibrios absolutos propios,
inspirada e la piedra de la piedra.
82
Amada:
Si no fuera por la piedra
que me mantiene, fuertemente, a mi adherido,
ya mi corazón habría salido de mi pecho
para buscarte por el mundo...
Y de tanto buscarte,
quien sabe si se hubiera ahogado de caminos,
de soledades, de silencios, de olvidos,
o habría anclado en una estrella.
Porque no sé si mi corazón que llevo y que me lleva,
será capaz de ir a pie
hasta el manantial de mis alas que es tu ternura...
Porque no sé si mi corazón
tiene ya sentidos como para orientarse
en lo indescifrable del espacio,
en lo inocupable de la luz,
en el vacío sepultado en la piedra,
para que me guarde
hasta de limitado hacerme ausencia y hasta muerte...
Porque no sé, si a costa de la piedra,
mi corazón podrá crecerte hasta los ojos
para inundarte con sus pétalos y aromas,
los mismos que la piedra me prodiga para hacer tu recuerdo...
De “El hijo del Universo”
¿ Y EL DOLOR? ¿QUÉ ES EL DOLOR?
El dolor es la presencia larval de un pensamiento,
deseo o sentimiento a los cuales no supimos, no pudimos
darles o les negamos dimensiones y órbitas propias.
El dolor es un proyecto de creación que importa,
cruel castigo, cuando no gana la calidad de fruto.
¡El dolor es dolor si nada crea!
¿Qué es la tristeza?
Solamente la interminable sucesión de vacíos con los
cuales se nutren nuestras múltiples ansias insaciables...
¿Y qué es el Amor, entonces?
Apenas si es lo único que logra la mayor cercanía de la luz, pero que, se nos escapa en el instante en que pretendemos hacerlo totalmente nuestro, porque no sabemos una sola manera, absoluta y total, de adueñarnos de él, aunque es verdad que siempre nos deja el dulce rescoldo y sus aromas inefables.
¡No! ¡Pensar así es demasiado cruel! ¡Pero la crueldad es la única medida del hombre!
¡Horror! Y después, ¿qué extraeremos de entre el polvo y la ceniza cuando descendamos profundamente a ellos?
¿Acaso, los hombres, no somos sino modelos de barro trabajado por la luz, únicamente, para que ella no deje de ser luz?
¿Era necesaria la lobreguez de la noche para que fuera comprendida la luminosa plenitud del día?
Comenzaba a ser el hombre.
¡Otra vez el hombre!
Ahora sentía en su interior el latido de algo parecido a semilla estremecida en auroral germinación.
Y pudo preguntarse, si antes, había o no había oído la voz del Arroyo, no obstante que millones de veces descendió hasta la íntima y dulce frescura de sus aguas, con los labios resecos y su garganta anudada y reanudada de sed...
Pero sintiéndose nuevamente hombre, pensó: si me fuera dado diluirme y confundirme con el caudal del Arroyo, por las noches me embriagaría de azul y de estrellas hasta que mi voz, ardiendo de pasión, modulara el Canto Redentor que diera a la tierra mayor fecundidad: así la Vida alcanzaría su dimensión eterna...
También podría ser feliz sin llegar a constituirse en el fragoso torrente... Pues, le bastaría ser la piedrecilla que el agua del Arroyo redondea con amoroso trata cotidiano... O sí, al menos, pudiera confundirse con la roca enclavada en la orilla de la corriente para que no la olviden nunca sus caricias cristalinas...
Y bebió del Arroyo hasta que la inmensa sed que le encenizaba la garganta, se extinguió...
Y cuando su rostro, sorprendido, una vez más, por una como risa del niño que perdió, miles de veces, para dar paso al guerrero de siglos, de gesto brutal, la más reciente de las voces le ordenó:
-¡Anda! ¡Anda! ¡El Arroyo te ha devuelto el uso pleno de la palabra!
Aquella era la voz del árbol a cuya sombra se definía, una vez más, el hombre...
¡El árbol se engalanó de flores y de pájaros!
¡A la sombra del árbol, el hombre se quedó dormido!
Venía durmiendo Lunas y más Lunas.
Soles de Soles: en tanto que su espíritu alternaba con el infinito; por eso la necesidad de una pregunta:
- ¿Estaba o no estaba vivo?
¡Sólo ensayaba la negación de su viejo cadáver como la última contradicción de us Muerte inventada!
Y las fuentes, las mariposas, los árboles y los pájaros se acercaban a él para verlo y sentirlo. ¡Cuánto del tiempo que transcurre estaría así, pero ya no hubo ni el menor de los indicios de que el hombre volvería a ser únicamente su cadáver, porque los gusanos que intentaron poseerlo se devolvieron a la tierra diciéndose:
-Allí, ya nunca más tendremos nada; no habrá ni siquiera polvo para nosotros...
El había venido al mundo para predicar la Verdad. He allí su misión. Amaba a la Justicia. He allí un Redentor.
Y por los caminos de la humildad y del Amor, llegó hasta el martirio, para retornar a su fuente, la suprema Fuente.
Durante su tránsito por el Mundo lo vejamos, lo acusamos; lo escupimos y calumniamos: lo negamos; proseguimos negándolo...
Pero, a despecho del Tiempo que transcurre, corroyéndolo todo, su imagen se eleva como la única efigie de la eternidad, dedicada al ser humano.
Venía de la pobreza, y fue por eso, Hermano y maestro de los pobres...
Su palabra era tan pura que hasta las aguas cristalinas se iluminaron al escucharla para no olvidarla jamás...
Y allí, donde siempre golpearon las tinieblas. El hechó sus simientes que harían el infinito milagro de los nacimientos...
Nunca, antes, había tenido el hombre un Guía y Maestro tan perfecto. Y tan perfecto que hasta las más antiguas plantas elucubraron nuevos aromas para su voz; esos aromas que no genera ninguna presencia vegetal que, a veces, en soledad de alma solemos percibir y creemos que es el aroma del Tiempo que nos está acercando a su última versión...
Cuando el llegó, el hombre no estaba preparado para recibirlo, pues, muchas veces se había perdido en sus propia sombra y sus tinieblas...
Y estaba a punto de oficiar como adicto absoluto de la Muerte...
Cuando, por fin lo rodearon y lo siguieron los humildes. El regresaba ya de cada uno de sus corazones...
Había pronunciado la palabra precisa como la más alta flor de la Gracia.
Y era necesario que su manos tuvieran el modelo del golpe para que la Noche derramara, a sus plantas, hasta inundar a la Tierra con la infinita pluralidad de las estrellas...
Como dulce paloma anidada en su pecho: La Mañana Perpetua...
La mañana Perpetua, cual alada proclama de divinos silencios, en espera de la hora para emprender el vuelo.
Ya en sus pupilas se había extendido el infinito como la santa edición del Relámpago...
Y sin embargo la Noche ciega hundió sus clavos en sus pies y en sus manos...
Y el dolor fue subiendo para ganar su gesto y pagarlo, en total, sobre su pecho...
Por eso lo lloramos, noche y día, por los caminos.
Por eso día y noche alguien llora en el cielo.
Aquél fue su día.
Pudo bien haber sido lo que había pensado.
Tenía entre sus manos la melodiosa arcilla primordial de los astros.
Se agitaba, en el fondo de sus ojos, su profundo secreto que hace el azul inmenso.
Y en su sangre ensayaban espejos del milagro.
Y en su voz se anidaban todas las transparencias.
Pero el se fue doblando, como árbol, por el lado de la noche.